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Textings Escritos en Cuarentena

Los textos se han escrito al momento, sin otra pretensión que conectarnos con nuestra palabra y confiando en no saber lo que escribimos mientras lo estamos escribiendo.

“Quiero volver a ser oveja y su música no me deja.”

Javier Alba

Cada mañana imagino que soy una oveja, prefiero no engañarme como el resto. En el metro cierro los ojos mientras otros cuerpos me aplastan. Imagino que soy de un rebaño que va a ser esquilado porque lo único valioso que tiene es su lana. Un hombre está escuchando música por los altavoces del móvil.

Quiero volver a ser oveja y su música no me deja. Noto como mi boca se convierte en la zona ultra sur del estadio de fútbol del Real Madrid. Siento como mis manos se convierten en los pétreos pilares del puente de los suicidas. Le miro y grito como 5000 bocas a sus gladiadores de fútbol. Coreo cánticos para que apague su móvil y los viajeros asustados se apartan de mí. Llegamos a la estación y bajo del vagón sintiendo el confortable y suave silencio que dejo dentro. Camino para hacer un transbordo y ya no imagino ser una oveja, ahora soy una rata de alcantarilla. Me escabullo ágil y temeroso entre los otros viajeros. Llego por fin al exterior, la luz. Al salir me acercan periódicos gratuitos con noticias gratuitas. Mis pies son el asfalto, caliente, pegajoso. Por las piernas asciende el monóxido de carbono de los coches y cuando una chica me dice “¡Ey, te estaba esperando! ¿Sabes que “Médicos Sin Fronteras” está en…?” le toso humo. De mi boca sale el humo negro de la ciudad y mi cara gris de hormigón la asusta de nuevo. Ahora soy la ciudad, uno que no llega a tiempo, yo, uno. Mañana volveré a ser oveja.

“Llevo encerrada 42 días”

Beatriz Hernández

Llevo encerrada 42 días. Sola, en mi casa. Siempre me gustó vivir sola. Ahora la soledad me pesa. Es un lastre que me arrastra al fondo de un pozo en el que no quiero estar. Las ventanas de mi casa están siempre abiertas. Incluso cuando llueve. No entra suficiente aire fresco. Siempre necesito más.

Me asomo, cada día, a la ventana que da a un patio. La enredadera ya se ha vuelto verde. Revienta de vida. Al apoyarme en el quicio de la ventana, mis manos se cubren de polvo. Polvo de la calle. Las acerco a mi cara y me doy cuenta de que mis dedos son de ladrillo. Las uñas, de cemento. Los pies se me han quedado pegados al suelo. No puedo moverme.

Me ha crecido mucho el pelo últimamente. Ahora ya no es pelo. Lo que antes era mi cabeza, está cubierta de tejas. Crezco, crezco, crezco… Soy gigante. A lo largo de mi cuerpo hay plazas, parques, fuentes, árboles, calles… gente. Millones de seres diminutos me recorren. Empiezan a salir, felices, de sus casas. Se abrazan y celebran su libertad. Ya no están solos. Ya no estaré nunca sola.

Huir sin temor

Un desconocido me persigue por el parque. Me golpeo con los arbustos por el cansancio de mis piernas. Corro todo lo rápido que me permiten mis músculos. La luz de las farolas aclara mi ropa. Aparece un pañuelo en mi cuello que se tiñe de rojo por mis profundos cortes. El desconocido que me persigue es absorbido por la oscura noche y solo puedo ver sus cuernos. Soy una vacía calle que se llena de personas vestidas de blanco. Asciendo a gran velocidad por el ladrillo de los edificios hasta suspenderme en el aire. Soy los gritos de felicidad de la gente, pero también el miedo de los corredores. Soy una muchedumbre huyendo de una majestuosa bestia. Mis puertas acogen con orgullo a todos, sanos y a salvo, incluso al toro, que es costumbre que llegue el último. Soy Pamplona en San Fermín y estoy preparada para el siguiente día.

Raúl Sanz

Reencuentro tras soledad.

De quien era a quien soy tan solo han pasado unos meses. Poco tiempo y qué distante resulta el recuerdo. Ya ni me importa cómo empezó. Siendo el mismo soy tan diferente. La mirada se me hizo profunda, escrutante, buscadora de indicios que refuercen la sospecha. Analizo todo alrededor. Sentimiento de distancia y frialdad. Os miro y dudo si sois vosotros o una suplantación. Busco vuestra esencia, más allá del recuerdo que me evocáis. Sacudo la cabeza y así parar el pensamiento. Necesito tocaros, sentiros, reconocer vuestro pulso. Así se tranquiliza un corazón desbordado de emoción contenida. Ahora siento que nos conocemos. Lo veo en el brillo de vuestros ojos. Nos encontramos en la mirada. Es hora de sentirnos en un abrazo.

 Por Julio Saiz

 

Cambridge otrora.

Otrora mis parques eran el bullicio de niños y jóvenes disfrutando del más vívido verde. Otrora el paseo, por mis callejuelas y canales, era el susurro de los enamorados. Otrora mis aulas eran la disertación del profesor; el conocimiento que pasa del mentor al alumno. Ahora todo es silencio: ni risas, ni palabras cómplices, ni lecciones.

Por Jesús Gómez

 

Con “ojoh bonitoh”.

Me gustas. Me gustas sobre todo cuando estamos a solas. Me gusta cuando puedo respirarte alejada de todos y cuando puedo tocarte sólo yo. No me importa que otros te miren, sé que muchos te desean. Te veo y pienso que me gustaría recorrerte de punta a punta, despacio sin prisa, adentrarme en tus recovecos, besarte y dejarme besar.

Con el buche lleno siempre estoy contenta, ya sea por el marisco del norte o los espetos del sur. Adoro cuando me susurras en diferentes lenguas que no entiendo, pero me ponen. Y yo te sigo el juego y a veces te imito.

Por alguna extraña razón no puedo separarme de ti. Ojalá tú sintieras lo mismo, pero no eres solo mía y tengo que compartirte. Solo quiero hacerlo con aquellos que te traten bien, que te cuiden y que te sepan mirar con “ojoh bonitoh” como decimos en mi tierra; tu tierra.

Lo que más me gusta de ti, es lo que más escondido tienes, lo que nadie conoce. Como aquella cueva de Ibiza que se encuentra en un acantilado. Solo los más atrevidos acceden a ella. O saborearte a través las yemas de huevo de aquel convento.

Así me siento yo cuando viajo sola por ti. Cuando me recibes. Ojalá te traten tan bien como mereces. Yo no me imagino no siendo de ti. Sé que soy una parte muy pequeña para ti, pero quiero que sepas que te cuido como si fuera tan grande como tú.

Te quiero.

Por Ana Sañiz

 

 

Hola Mir, Soy Madrid y echo de menos verte por mis calles, ¿qué te ha pasado?, ¿estás bien?, ¿he hecho algo que no te haya gustado?, ¿ya no me quieres?, ¿te has ido con otra? Como ves, son muchas las preguntas que tengo desde que no te veo, desde que no vienes a verme, desde que no me respiras, desde que no te huelo, desde que no me recorres, desde que no te siento… ¿No te habrás ido con Valencia? O lo que es peor, con Málaga… Mira que nos conocemos y siempre estás que si Málaga esto, que si Málaga lo otro… ¡Definitivamente estás con Málaga! , ¡qué ciega he estado todo este tiempo! ¿Es porque ella tiene playa y yo no?, ¿es por su clima?, ¿por su acento?, ¿su dulzura?… Mir, vuelve y explícame qué ha pasado, encontremos juntas una solución. Te echo de menos, añoro tu sonrisa, tus labios rojos recorriéndome cada fin de semana, nuestras miradas furtivas, tus besos… Vuelve, vuelve y cuídame como lo hacías antes, siéntate a mi lado… hablemos, seguro que encontramos una manera de poder estar las dos, y que no tengas que dejar de estar ni con Málaga ni conmigo, total, cada una tiene su encanto y cada una tiene algo maravilloso que ofrecerte, ¿por qué elegir? Vuelve, te espero esta tarde a la hora de siempre, junto a nuestro atardecer favorito, vuelve, recuperaremos nuestro tiempo perdido… Siempre tuya, Madrid.

Por Mir Millan

 

Primera toma de contacto.

Querido Miguel: Ahora que estás recluido en tu casa, he decidido ponerme en contacto contigo. Llevas 32 años en este mundo y de ellos, más de 25 los has pasado conmigo. Ya iba siendo hora de que nos conociéramos formalmente. La intención de esta carta no la tengo clara. Sé que no piensas mucho en mí, o al menos no conscientemente, pero tampoco te lo reprocho. Tampoco yo pienso en ti, y sin embargo, aquí estoy escribiéndote. Aunque no pienses en mí, hay muchas cosas que haces en tu día a día y que has hecho durante tu vida, que repercuten en mí. Cosas malas, que me dañan y me enfadan, y cosas buenas también, que me hacen ser. No creo que deba regañarte por unas ni agradecerte las otras. Al final, lo que yo soy, lo eres tú, y lo que tú eres, me define a mí. ¿Cómo podría regañarte por algo que haces que me daña, si haciéndolo no eres otra cosa que yo, haciéndome daño? ¿Cómo agradecerte lo que me das, si soy yo misma dándomelo? Como ves, estamos mucho más conectados de lo que piensas, o de lo que quieres creer. Y si con estas líneas te has parado a pensar en ello, aunque sea un poquito, habrán merecido la pena.

 

Por Miguel Armero

 

SEA LO QUE SEA… EA.

Entra una chica al escenario vestida entera de verde oliva.

¡Hola! Soy Jaén. (Dice llena de energía) ¡No! ¡No os vayáis todavía! Joder…. ¿Por qué causo siempre este efecto? ¿Por qué la gente se aleja de mí?

Sabéis… estoy harta de esta situación. No es nada fácil ser yo; constantemente,  intimidada por mis hermanas: “Córdoba” y “Granada”. O como yo las llamo, “Cordibi” y “Grinidi”.  ¿Qué tienen ellas que no tenga yo? ¿Eh? Y, constantemente, criticada por mis habitantes… ¡¿Qué puedo hacer?! ¡Decídmelo, por favor! Porque sea lo que sea, lo haré…. ¿Sabéis que es lo peor de todo? (Suspira) Que, ahora, muchos de vosotros habéis vuelto a mí. Ahora,  cuando la situación está difícil, sí me queréis. Ahora, sí…

(Pausa) (Con os ojos llorosos) Pero, yo os acojo y os acogeré SIEMPRE con los brazos abiertos. Y, lo sé… sé que os querréis volver a marchar cuando esto termine… Me volveréis a dejar atrás… Pero, en verdad, os entiendo. Me costará, pero os veré ir. Eso sí… este siempre será vuestro hogar. No lo olvidéis.

Por Pilar M.G.

 

Mírala, ahí de fondo toda orgullosa. Ya podrían haberla puesto en otra calle pero no, tiene que ser ahí para que yo la sienta, porque no pienso mirarla. No pienso ver como todos los turistas se agolpan a su alrededor para hacerse la foto, mientras que yo estoy aquí sola y no dejan que nadie se me acerque. La excusa, que no me vuelvan a rompen un brazo. ¿Acaso no pueden entrar entre sus arcos y hacerle un grafiti? Ella me decía, al menos tienes compañía de esos dos leones, yo estoy sola aquí en medio de esta plaza y todos los turistas que vienen a verme no se quedan, no soy más que un atractivo turístico, ¿acaso prefieres eso? Te cambio los leones, me decía, mientras sonreía con su arco central y los laterales le seguían. Parecía una sonrisa sincera, pero yo sé que no, que ella quiere toda la gloria y que eso de la soledad es un cuento para camelarla. Sí, yo siento como me mira la espalda y se ríe, se ríe de mí.

 Por Tamara Sánchez Cabo

 

 Querido Miguel,

Después de pensarlo mucho tiempo, te escribo para decirte que eres el elegido.

Eres publicista, sabes vender y además tu físico y tu atractivo son envidiables.

Así que te encomiendo la siguiente misión:

Da un paso, cruza de país y habla con los portugueses. Tú que hiciste el Erasmus allí,

consigue que se absorban en nuestro territorio de una puta vez.

Estoy harto de que la gente me vea como no soy, que imaginen que abarco la península entera…

Utiliza primero la lógica, después la oratoria y si no funciona, me lo dices, que ya te mandaré unos cuantos tanques.

Atentamente.

 Por Miguel Villares

 

Querida España,

Siempre tan alegre y llena de luz. Con tus regiones tan distintas entre sí. Desde el frío y húmedo norte al cálido y seco sur. Pero siempre alegre y con sol. Un país donde la gente es de verdad y habla de verdad. No con esa falsa educación y parafernalia de sitios angloparlantes… Aquí se habla con el corazón, ya sea en euskera, gallego o andaluz. No se preocupen los catalanes, que para ellos también hay sitio. Nunca entenderé por qué las personas se empeñan en resaltar nuestras diferencias como algo negativo, cuando eso es precisamente lo que nos enriquece. Lo que nos hace ser un país florido y hermoso en todos sus ángulos. Aquí hay sol, alegría y calor. Son topicazos, sí, pero sin los que hoy en día no podría imaginar la vida. ¡Viva mi país y sus gentes! Porque en todos los sitios se cuecen habas… y a mí las habas me encantan.

 Por María Tejedor

 

 Querida Argentina:

Quince años pasaron desde que te dejé, desde que me fui sin mirar atrás. Es cierto, volví muchas veces, pero solo para darte un abrazo momentáneo, para volver a respirar el aire que respiré durante 24 años. Lo que siento por vos es confuso, una mezcla de amor y odio, aunque dicen que esas emociones no están en realidad tan alejadas. Cuando te escucho hablar de vos misma con tanta arrogancia me das un poco de vergüenza ajena, pero basta con que te critiquen quienes no te conocen para que vengan a mi mente todas las cosas que te hacen especial, y que en realidad son cosas que viven en mí y que llevo a donde vaya. Mi Argentina es mía, no existe para nadie más, es un sitio al que solo puedo volver en mi recuerdo.

Por Irene Meneguzzi

 

Querida Malasaña:

Te escribo esta carta para recordarte lo tanto que te quiero y que te quise desde la primera vez que me vine a vivir en una de tus calles en el año 2013. Parece ayer que me estaban echando de mi piso para transformarlo en un airbnb pero yo luché todos los días durante casi dos años, exiliada en las lejanas tierras de Alto de Extremadura, para volver y poder estar aquí, y estar contigo, cada instante, en cada terraza, cada garito, cada borracho y cada grito, hasta las 6 de la mañana, cada noche de la semana. Querida Malasaña, te noto ausente, fría, silenciosa, decepcionada, triste… como te echo de menos. ¡Resiste! Resiste porque ahora te quiero, y te queremos un poco más que antes (parece increíble), los otros vecinos y yo. Ya no hay turistas, ya no hay nadie que esté aquí de paso por casualidad, ya todos, estamos aquí porque quisimos, porque lo decidimos. Te prometo que volverás a sonreír, te prometo cosas que no debería… simplemente porque te quiero y QUIERO que vuelvas a tener el bar de abajo, el chino de enfrente, la plaza, las tiendas que todavía venden discos, las tiendas que cada día más venden chorradas, los modernos, el barullo, las copas de garrafón, los atardeceres de verano, los lateros, y los meadores en las esquinas, porque todos tenemos nuestro encanto y nuestros defectos. En mi corazón espero y deseo que vuelvas a ser la que tantos envidiaban, y muchos más criticaban… por su ruido y por su vida.

Este silencio no te pertenece, pero toda esa vida era y será tuya.

Por Vanesa Sybil

 

 Hola, Moisés:

¿Qué tal lo estás llevando? Soy consciente de que me añoras y de que te gustaría pasar todo el tiempo a mi lado. Pero ahora no, ahora no podemos estar juntos. Sé que la imagen que se dibuja detrás de tu ventana es sólo un mero chute para pasar el mono de ese día. No obstante, te pido que me esperes, que sigas quedándote en casa y cuidándote.

Esto, aunque no lo creas, nos va servir para que valoremos cada segundo de nuestra existencia: un abrazo, un beso o el simple caer de mis lágrimas en tu rostro mientras corres sin paraguas.

No decaigas. Piensa que ya queda menos.

Te quiero y te echo de menos.

Siempre tuya, Triana.

Por Moisés Galván Pérez

 

Querido Osvaldo:

Como ves a mí no me cuesta decir tu nombre. No te preocupes, no es reproche, es solo una broma. Te entiendo. Al fin y al cabo mi nombre, nacido como todos los nombres  para identificarme, ha acabado por ser un arma arrojadiza de unos contra otros, un elemento de división.

Pobrecito, crees que por no conmoverte con himnos y banderas no me quieres, que estoy ausente en tu vida .Te equivocas.

Yo estoy ahí cuando madrugas cada día para ir a trabajar y tratas de hacerlo lo mejor posible, más por compañerismo que por devoción jerárquica, más por sentido del deber que por satisfacción  salarial. Estoy cuando  crees en la solidaridad necesaria porque  si no nos ayudamos, nadie va  a venir a hacerlo por nosotros, y nosotros somos los que estamos, nacidos cerca o lejos, dentro o fuera. Estoy cuando aceptas sin juzgar, cuando aprendes que la vida es saber perder, que esto  no  va de ganar, porque el ganador siempre está solo y los perdedores, juntos .Estoy cuando cuidas y respetas la tierra que pisas y a los que la habitan. Estoy cuando ríes y disfrutas de  las tardes de sol en terrazas y playas, de las comidas excesivas digeridas en sobremesas interminables, de las fiestas populares, de la vida tal y como la conocemos, tal y como nos gusta.

Estoy en todo eso porque eso es lo que soy, el sudor, los abrazos, las risas, las terrazas las comidas y las risas de mis gentes. No soy más que eso, lo que tú y otros muchos como tú construís cada día.

Por eso no hace falta que me lo digáis, me basta con que me lo demostréis cada día  como lo hacéis, sin quererlo sin ni siquiera daros cuenta. No soy un nombre, vosotros hacéis que sea mucho más que eso.

Por eso yo también te  quiero.

Un beso.

España, solo un nombre. Y mucho más.

 Por Osvaldo del Valle

 

 La línea de la vida.

Una flecha retorcida sin romperse sigue hacia delante, aunque ha cambiado de sentido. La vida es caos y orden, es alegría y tristeza, es amor y odio… La vida no es una recta, es incierta, es cambiante… simplemente hay que vivirla y no detenerse.

Por Moisés Galván Pérez

 

León.

Franjas de negro profundo, representando fuerza y valentía marcadas a fuego lento en un gemelo derecho.

 Por Susa López Ciotkowski

 

Aquella noche, cuando recorría lentamente su espalda con mis manos, mis dedos se toparon con aquel tatuaje… Un tribal de múltiples colores, algo desgastados por el paso del tiempo, que acariciaba la parte baja de su espalda. Celebrando la vida, en su interior nadaba un delfín que dejaba entrever una sonrisa que me invitaba a nadar en sus profundidades.

Por Miriam Millán

Dana

Todo era gris en la vieja azucarera hasta que tú llegaste. Te encontré de repente dando un paseo por el camino que hasta allí conduce. «Dana», se lee en la parte de abajo del muro. ¿Quién eres? Pareces una mujer fuerte de labios rojos. Tu cara blanca impoluta me mira con ojos verdes de largas pestañas. Estás imponente, mirando de frente a un paisaje de trigos amarillos. ¿Por qué llevas flores en pelo? ¿Por qué estás dentro de un mundo de azules y violetas? Aunque tu cuerpo no se ve, pareces desnuda. ¿Quién eres Dana?

 Por Lara Hernández

 

Tatuaje por piezas.

Tomó la decisión pero nunca definió como sería. Ni forma o contenido. Solo sabía que tenía que representarle y nada era suficiente. Por ello, decidió darse libertad e irlo creando en cada sesión de tatuaje a la que asistía. Empezó con pájaros de alas abiertas, extendidas, por sus ganas de volar y salir del punto inmóvil donde ahora se encontraba. Añadió una jaula rota por el lugar que le ató al sentimiento, ahora hecho pedazos. Después, flores salvajes para expresar la fragancia de su esencia, deseosa de expandirse y mezclarse con otras. Luego, un sol radiante. El crecimiento y amanecer que sentía. Y una luna de intimidad, por sus secretos que aún no contó. Al final, un ojo con una lágrima por el que fue y ya no volvería a ser, junto a una frase: AHORA ES HOY.

 Por Julio Saiz

 

«Purpurina y calor de febrero, sin abrigos ni sombreros, sólo el disfraz del presente.

Las carcajadas al unísono como música de ambiente, me pierdo y me encuentro entre tanta gente.

Seguimos aquí y ahora en la fiesta de la vida.

Todas juntas formamos parte del todo hasta que nos llegue el día, mañana ya daremos cuenta de la realidad, pero mientras tanto:

¡Viva el carnaval!»

 Por Iratxe Menalbert

 

Madrid, 22 de Agosto de 2008

Ciento treinta y ocho seres humanos, ni muchos ni pocos, éramos los que teníamos que estar aunque nos faltaba alguno. Éramos de doce países diferentes, con distintas lenguas, misma elegancia, testigos de un amor, celebrando la suerte de que dos personas se hayan conocido y quieran seguir conociéndose, amándose, protegiéndose…

Por Susa López Ciotkowski

 

La amistad.

Un coche, 3 personas,

la amistad son nuestras ruedas.

Un finde, un festival,

y miles de canciones nuevas.

Benidorm, lowcost,

mi primera puerta.

Derecha, izquierda,

flipa y date la vuelta.

Canciones, cientos de personas te siguen, empieza la revuelta.

 Por Támara Sánchez Cabo

 

El día dulce.

Como casi cada día de los caramelos, estaba nublado, fresco pero agradable. Salimos temprano y desde la puerta se podía escuchar las comparsas tocando en la cuidad.

A mi llegada a este lugar no comprendía yo el por qué de tirar caramelos, con el paso de los años, de vivirlo cada carnaval, comenzó a gustarme. Diría que, a día de hoy, es un día que me hace reír.

La gente bailando y saltando en las calles, los niños, mamás y abuelas bailando y tirándose caramelos como si todos tuvieran 10 años. Ese día el pueblo cambia, sale, baila, juega y ríe sin más. Te cruzas por la calle con cualquiera que lleve un puñado de caramelos en la mano y lo ves y los sabes, toca tirar caramelos, sea quien sea, y se reirá y jugara contigo también, sin más.

Después de que todo acaba esta sensación sigue. El polvo de los caramelos rotos que queda en el aire, el olor a dulces… No sé porque, pero este día con la gente del pueblo en la calle me encanta y me hace bailar y reírme como si yo también estuviera jugando, como si tuviera 10 años.

Por Cecilia GTerra

 

LA FELICIDAD DEL ACTOR.

Se apagan las luces, siento el brillo de cientos de miradas… Disfruto la cercanía de mis ojos amigos, que se empañan como los míos… Nos acercamos al borde para volver a temblar… GRACIAS suena muy alto si se dice bajito y profundo con el corazón… La felicidad del actor se mide por los momentos en los que has sonreído mientras se baja el telón…

Por Cris Monge

 

 

Un equipo amateur.

Entramos como locos. Llevábamos diez minutos fuera, cantando y aplaudiendo bajo la lluvia. Habían entrado al campo algunos compañeros del primer equipo a darnos de beber y a abrazarse con nosotros. Al poco tiempo, el vestuario se convirtió en una sala caldeada, llena de barro del partido y vapor de las duchas. Había música en un par de altavoces portátiles, con compañeros bailando en bolas en los bancos y otros cantando a grito pelado bajo el agua caliente. Habíamos ganado el último partido de la temporada y con él, la tercera división regional de rugby.

 Por Pablo Canteria

 

Acababa de cerrar mis vacaciones precipitadamente para volver a despedirme de ella. Pero ser el último en llegar no me dejaba unirme a mi familia como yo quería. Todos llevaban días sufriendo mientras que yo, por desconocimiento, disfrutaba del verano. A mí me llegó de golpe; cuando todos empezaron a coger aire, yo dejé de respirar.

 Por Sergio Remón

 

ADIÓS AMIGO. Había mucha gente, aunque yo solo alcanzaba a ver a quien me sostenía… En realidad me sentía sola, abandonada por él… Solo se oían sollozos, costaba respirar en esa sala con la maldita chimenea que quema cuerpos y corona almas… El más puro frío de julio congelaba mi corazón para siempre… Te echaré de menos amigo…

 Por Cris Monge

 

Me detienen, me doy cuenta y me muevo.

A dos días, el no retorno se acercaba, se acercaba mi final, el final que se me impuso, porque aquí es así, te casan y se acabó todo. A dos días me di cuenta, como una advertencia dentro de mí que me decía: vete, no hay otra opción, vete. Mi instinto me avisaba y así es como decidí marchar.

Por largos meses me escondí y hui, y aquí estoy, libre, comenzando mi vida, en el campo, yo conmigo, feliz.

Por Lucia Fargallo

 

Viernes, 8 de la mañana. Me levanto y abro el armario. Me gustaría coger lo primero que tuviera a mano pero hoy toca verde.

Sábado, 6 la tarde. El grupo de WhatsApp echa humo, mis amigas no paran de recordar que esta noche toca amarillo.

Domingo, 12 de la mañana. No hay elección, hoy es día de rojo.

 

Lunes, 8 de la mañana. Me levanto y abro el armario. Me gustaría coger lo primero que… pero, ¿acaso tengo alguna elección?

 Por Cecilia Terra

 

Increíble pero cierto.

Increíble. Lo nunca visto, decía la gente desde la grada. El toro, después de arrancar ferozmente, había esquivado la capa del torero y saltando la barrera del primer círculo de la plaza, se había lanzado contra aquella pareja de turistas japoneses. ¿Convencidos con el final?

Yo tampoco. Así que decidí dar otra calada y meter a Superman en la historia.

 Por Miguel Villares

 

Vida a color

Me enamoré el día en que tus ojos verdes se cruzaron con los míos. Fueron dos segundos y luego tres minutos más, los que tardé en meter un Whopper, sin pepinillo ni cebolla, en la bolsa y acercártelo por la ventana de tu coche amarillo. Me hice la valiente y añadí: dos bolsitas de ketchup, una de mostaza y una servilleta con mi número de teléfono. Al salir de trabajar cogí con nervios el teléfono. Me puse roja al encontrar un «hola» que fue el comienzo de todo.

 Por María Abad

 

Me miro al espejo del baño del garito de moda, mi baño. A mis 19 años acabo de esnifar la tercera raya de la noche. Me limpio la nariz y me arreglo el maquillaje. Abro la puerta. Ahora soy un hombre de 35 años, visto traje y llevo el pelo engominado. Esperamos el 5º toro de la tarde en la Feria de San Isidro. Las Ventas revienta de gente. Es una corrida grabada, que emite La 2. Me levanto para ir a la cocina a por una cervecita y comienzo a encoger, todo crece a mi alrededor. Soy un niño de 8 años, intentando entender la lección de hoy de matemáticas. Mi conexión es barata y los apuntes no se han descargado del todo. No puedo conectarme al zoom porque mis tres hermanos están como yo y no da el ancho para todos.

Por Beatriz Hernández

 

Soy mayor, estoy quieto, siempre quieto, pausado, tranquilo… Con anhelos pero con la ambición y el impulso perdidos. Me despierto, desayuno y me vuelvo a tumbar, dejando que el sol queme mi pecho al descubierto y ponga aún más blanco si cabe mi cabello. Tarareo, miro, observo, pero no hablo, nadie me mira, como si viviera en un mundo paralelo en el que todo el que se cruza en mi camino no me viera. Invisible ocupante de días que no cambian.

 Por María González

 

 

¿Y ahora qué?

Como todos los días salgo de mi celda para trabajar. Soy la mejor de las obreras. Me dispongo a ir de flor en flor sacando el néctar a cada una de ellas. Están sabrosísimas. La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido. De repente un día la mayoría de las flores han desaparecido. Los jardines, balcones y prados están secos y muertos. Sólo algunas flores resisten y no hay trabajo para todas. Llevo ya, semanas, encerrada en mi celda. Dicen que el tiempo cura y las paredes tapan, no es verdad. Me siento hundida y sin saber qué hacer. Desesperada, entrego mi carta de baja voluntaria a la abeja reina y emigro a otro país en busca de una colmena con prados y flores a los que su jugo poder sacar.

 Moisés Galván Pérez

 

Sé que no os lo vais a creer, pero estoy harta de zumbar. Sé que está en mi naturaleza, pero… Me agobio mucho en este lugar encerrada, todo el día rayada. Sólo salgo cuando me lo piden. Digamos que soy una especie de camella de la corte. Que si tráeme un poquito de polen del cementerio, que si tráeme de la flor debajo del columpio. Sí, al lado del pis de perro… Así me siento… Ojalá fuera perro… Estoy cansada de ir con este uniforme tan patriótico.  Un día la Reina me dice: “Eh tú, chiquita, la primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido.” “No entiendo.” Como siempre, no solía entender a la Reina. “Ya no voy a necesitar tus servicios, tenemos un nuevo equipo mucho más rápido, llamado AmaZum, que se encargará también de tu sección”. En ese momento, pasé de ser negra y amarilla a ponerme amarilla y negra.

He decido abandonar la colmena y crear mi propio imperio. Ahora doy clases particulares de cómo ligar con las flores. Hasta las del Palacio Jalea Real me piden consejo, ahora la Reina soy yo. Y es que ya sabéis, las palabras que decirle a una flor para que te dé su polen tienen que ser las adecuadas. Sutiles y suaves como sus pétalos. Dejar con la miel en los labios. Por cierto, he dejado de estar rayada.

 Por Ana Sañiz
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